Hablar
de “humanizar la salud” suena a contrasentido, pues
pareciera obvio que la salud lleva implícito el sentido
humanístico de contribuir al bienestar del ser humano.
Sin embargo, el tema y sobre todo, su aplicación, conllevan
la interacción de múltiples factores.
Cada
vez cobra más fuerza el concepto “humanización
de la salud”, toda una filosofía basada en la relación
agente de salud-paciente, que tiene muchos aspectos por considerar.
Precisamente, para tratar algunos de ellos, se llevó
a cabo el mes pasado en Bogotá el “Primer Simposio
Internacional Humanización en la Salud”, con la
participación de conferencistas de Argentina, Colombia
y España.
A continuación, nos adentramos en algunas de las temáticas que constituyen los pilares de esta corriente. Uno de sus más reconocidos exponentes, quien además participó en el Simposio, es José Carlos Bermejo Higuera, Director del Centro de Humanización de la Salud de Madrid, Doctor en Teología Pastoral Sanitaria y Magister en Bioética. El doctor Bermejo afirma que “humanizar es una cuestión ética, que tiene que ver con los valores que conducen nuestra conducta en el ámbito de la salud. Cuando los valores nos llevan a diseñar políticas, programas, realizar cuidados y cuidar las relaciones en sintonía con la dignidad de todo ser humano, entonces hablamos de humanización.
Humanizar la salud no es otra cosa que considerar al ser
humano en sentido global, holístico -como nos gusta
decir hoy-, es decir, en su dimensión física,
intelectual, emocional, relacional o social y espiritual”.
Y agrega: “En realidad, para intervenir holísticamente
se requiere recuperar la visión integral, hay que ir
contracorriente en relación con la mentalidad contemporánea,
que va por el camino de la fragmentación y la super-especialización”.
Y es que no son nuevas las voces de crítica sobre la formación que recibe el personal de salud, que sumada a diversos factores, originan un modelo asistencial distante y fragmentario. A este respecto, José Carlos Bermejo es claro en señalar que «la medicina y todas las disciplinas relacionadas con la salud tienen el permanente peligro de olvidarse de que quien enferma es una persona. En algunos lugares se empieza a tomar creciente conciencia de que a los mismos profesionales de la salud hay que prepararlos en el ámbito relacional y ético; empiezan a incluirse algunas asignaturas al respecto, aunque la cosa es muy incipiente. Asistimos a un para-digma demasiado biologicista en el modo de concebir la salud y la enfermedad, así como el modelo asistencial. Humanizar pasa por tomar conciencia de que quien enferma es un ser humano y que la enfermedad afecta a toda la persona. Hoy se habla de 'medicina basada en la evidencia' (científica, se entiende). Pues bien, no falta quien, con mucha razón, reclama la necesidad de hablar también de 'medicina basada en la afectividad'».
Como otro factor que se debe intervenir en la meta de humanizar la salud, el experto español señala que debe desmontarse “el imperio de los criterios economicistas relacionados con la gestión, la tiranía de la industria que “coge por el cuello” a los políticos cuando quieren diseñar planes de asistencia sanitaria, el olvido de que construir un mundo más humano es tarea de todos”.
En relación con Colombia, este panorama se ensombrece aún más con la puesta en marcha hace 10 años de la Ley 100, un sistema que convirtió la salud en un negocio. Como consecuencia, de un lado se desmejoraron las condiciones de vida y trabajo del recurso humano asistencial. De otra parte, a los pacientes que lograron clasificar para acceder a la salud, tras el laberíntico caudal de requisitos exigidos, los convirtió en clientes -por lo demás, insatisfechos- debido la precariedad de los servicios a los cuales tienen acceso.
Otro aspecto de obligada discusión es la situación
de violencia que vive el país, que le suma a nuestro
personal de salud un desafío más en el ejercicio
humanizado de su labor. Al preguntarle cómo ve esta
situación, el doctor Bermejo responde: “Creo que
un país como Colombia, al que llevo en el corazón
por la colaboración que llevo prestando desde hace
años en acciones formativas y de capacitación,
requiere una particular atención a la humanización
de la salud. La salud no es exclusivamente el buen funcionamiento
de los órganos y la ausencia de conocidas patologías
físicas o psíquicas. La salud es también
una experiencia biográfica que tiene que ver con nuestro
mundo emocional y de valores. Por eso, humanizar la salud
implica también sanar los sentimientos de rencor y
de violencia que habitan en algunas personas. Curar no significa
sólo atender las heridas producidas por diferentes
agentes”.
Sobre el trabajo que se desarrolla en nuestro país en humanización de la salud, comenta: “en Colombia, desde hace años existe un Centro de Humanización y Pastoral de la Salud en la ciudad de Bogotá que realiza diferentes iniciativas de formación en el ámbito de la humanización de la salud, y que pertenece a los Religiosos Camilos. Además, hace un par de años, la Organización Iberoamericana de la Seguridad Social organizó un Simposio sobre la humanización de la salud en Bogotá, con participación de personas procedentes de todo el país, dirigentes de instituciones de salud. Creo que son inicios significativos y válidos para generar una cultura que sea respetuosa de la dignidad de todo ser humano, particularmente cuando éste se encuentra especialmente vulnerable a causa de la enfermedad o de la proximidad de la muerte”.
Tecnología vs. humanización
En una época de vertiginosos avances científicos, se abren caminos de esperanza para el tratamiento e incluso la cura de muchas enfermedades, pero paralelamente, también hay preocupación por el mal uso que se le pueda dar a estas herramientas, si está movido por factores como ambición desmedida e intereses económicos desmesurados.
En este sentido, el doctor Bermejo sostiene: “los avances tecnológicos son a mi juicio, totalmente compatibles con la humanización del ser humano. En realidad, contar con más tecnología, cuando ésta se utiliza bien y al servicio de las necesidades de las personas, es un indicador de humanización. La tecnología puesta al servicio de los procesos diagnósticos y de tratamiento (curativo o paliativo), es reflejo de la humanidad que sale al paso de la vulnerabilidad y fragilidad humana. La deshumanización se produce cuando se produce colonización tecnológica (invasión absoluta), despersonalización en su uso, olvido de alguna de las dimensiones del ser humano al servicio del que se utiliza dicha tecnología. La deshumanización se produce cuando no hay igualitarismo y justicia en la distribución de los recursos sanitarios”.
La otra cara de la moneda
Pero en la denuncia de deshumanización de la salud hay otra óptica desde la cual mirar este tema: las consecuencias que trae sobre el recurso humano asistencial, su labor diaria en este difícil campo. Interrogado sobre este aspecto, José Carlos Bermejo no duda en apuntar: “Querámoslo o no, estar en constante contacto con el mundo del sufrimiento y del dolor, desencadena reacciones que no son indiferentes para el profesional, que repercutirán en su estado de ánimo y en su misma salud. El influjo del sufrimiento que se deriva del ejercicio de la profesión sanitaria puede llevarnos a enfermar y huir de nuestra actividad, que serían signos de lo que entendemos por burn-out”.
Este estudioso del tema explica que el término burn-out, tomado del atletismo, lo utiliza por primera vez aplicado al mundo socio-sanitario Fredenberger en 1974, sin definirlo exactamente, para referirse a cansancio, apatía, agotamiento, estar al límite de las propias energías. Carlos Yagüe, del Camillianum de Roma, lo presenta como "un tipo de defensa patológica frente al estrés, que se manifiesta fundamentalmente en un estado de intensa frustración, apatía, agotamiento, despersonalización y reducida realización personal, y en una pérdida de interés por el cliente, pérdida de consideración respecto a los compañeros y el servicio, y distancia emotiva del trabajador".
Y continúa su análisis afirmando que “es muy claro que los elementos que influyen en el burn-out son complejos. Las causas no son sólo personales e institucionales, sino un complejo relacional que se da cita en el ejercicio de la profesión, en su naturaleza y su organización. Para manejarse en este campo se requiere, entonces, no sólo una buena competencia profesional, sino también o como elemento integrante de ella, una competencia relacional y emocional que permitan hablar de competencia esencial, de madurez personal, puesto que nos vemos afectados en toda nuestra persona, por el contacto con la vulnerabilidad ajena.”
“Si es cierto que todos los trabajos pueden "quemar" a una persona, en el trabajo sanitario lo es más, si cabe, precisamente por la particularidad del efecto personal que tiene sobre uno el encuentro con la propia vulnerabilidad. Del modo como ésta se maneje depende, en buena medida, la satisfacción en el trabajo o el agotamiento emocional”, concluye.
FUENTE: http://www.periodicoelpulso.com/html/dic03/general/general-15.htm
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