La ministra de Sanidad, Ana Mato, justificó este lunes la exclusión de algunos fármacos de la financiación pública en la supuesta ineficacia de muchos de ellos: “Medicamentos para afecciones leves que pueden ser sustituidos por otro producto, muchas veces natural”, apuntó. ¿A qué se refería la ministra con la posibilidad de cambiar medicamentos por remedios naturales? ¿Está pensando el Gobierno en impulsar el uso de plantas medicinales en detrimento de los fármacos de base química? ¿O aboga por tirar de remedios caseros como combatir un dolor de garganta tomando leche con miel?
La respuesta a estas preguntas no es fácil porque el ministerio, incómodo con la polémica generada por las palabras de Mato, ha optado por no aclarar a qué se refería exactamente. El pasado martes, el secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno,se limitó a asegurar que las palabras de la ministra se habían sacado de contexto.
Sanidad sostiene que el comentario se ha "sacado de contexto"
El contexto en el que la ministra hizo estas declaraciones fue un acto copatrocinado por Farmaindustria, patronal de la industria farmacéutica. Y los expertos consultados por este diario coinciden en que parece que la titular de Sanidad se refiere más al uso de remedios tradicionales que de productos que se comercializan envasados en herbolarios, centros dietéticos e incluso en farmacias. La interpretación más extendida entre los profesionales consultados es que Ana Mato hizo estas declaraciones sin ser consciente del alcance que podían tener sus palabras. Albert Jovell, presidente del Foro Español de Pacientes, ha criticado duramente las declaraciones de Mato, afirmando que son “una metedura de pata” y “un disparate”. En su opinión, “es muy preocupante que procedan de una ministra de Sanidad”. “Lo único útil y comprobado para combatir cualquier tipo de patología es lo que está probado científicamente y contrastado. Todo lo demás es aire”, asegura. Jovell, como casi todos los expertos consultados, no termina de entender qué perseguía la ministra con sus afirmaciones. “¿Quiere que en vez de un jarabe nos tomemos una infusión? ¿De verdad está animando a que usemos los remedios de la abuela?”, se pregunta.
En la misma línea se pronuncia Juan Martínez Hernández, experto en Salud Pública y Medicina Preventiva del Instituto de Salud Carlos III, que critica lo que considera una “ocurrencia”. “No se puede promover el consumo de productos sin certificado de composición y del que desconocemos sus efectos reales”, advierte. Hasta la década de 1920 la mayoría de los medicamentos, recuerda Martínez Hernández, se extraía de productos naturales, como plantas y tejidos animales. Los recetaba el médico y los preparaba el boticario. Se les llamaba medicamentos complejos porque era difícil conseguir el mismo efecto con dosis equivalentes en pacientes equivalentes. “Los remedios de la abuela están llenos de incertidumbre, nadie sabe qué dosis hay que usar ni qué efectos pueden provocar a ciencia cierta”, señala.
Hay que informar de que los productos no son inocuos
CLARA RUIZ, MÉDICO DE FAMILIA
Antes, estos remedios se propagaban de boca en boca y de generación en generación. De ahí lo de remedios de la abuela. Ahora, la difusión se multiplica por Internet. La Red está poblada de páginas dedicadas a compartir estos trucos caseros. En una de ellas,www.remediospopulares.com, hay decenas de supuestos remedios para más de un centenar de dolencias, desde la acidez a la varicela o el alzhéimer. Para esta última, por ejemplo, ofrece hasta siete supuestos tratamientos para prevenir la enfermedad, como tomar una cucharada al día de aceite de hígado de bacalao o tres tazas a la semana de la mezcla resultante de verter dos cucharadas de grosella negra en una taza de agua hirviendo. Otro ejemplo: hasta 13 tratamientos preventivos o curativos para la acidez de estómago, como beber medio vaso de jugo de papaya media hora después de comer o verter 15 gramos de hojas de albahaca seca en un litro de agua hirviendo, dejar enfriar y tomar tres tazas diarias después de las comidas.
Aunque la mayoría de estas recomendaciones parecen, cuando menos, inocuas, muchos profesionales advierten de que también deberían tomarse bajo supervisión médica. “Es arriesgado sustituir un tratamiento farmacológico por cualquier remedio natural, cuando además existe un medicamento para ello controlado, etiquetado, certificado y probado. No se puede jugar con esto”, dice Martínez Hernández.
Los anestesistas, por ejemplo, preguntan siempre al paciente si ha tomado algún preparado natural, porque cualquier producto puede provocar interacciones con los fármacos. “El hipérico, por ejemplo, conocido como hierba de San Juan, que se utiliza para elevar el estado de ánimo, interfiere con muchísimos fármacos. El pomelo, que mucha gente toma como un alimento depurativo, potencia la acción de los antihipertensivos y puede desencadenar una bajada de tensión”, explica este experto, para quien el recurso a los remedios naturales es “una insensatez”. “Fuera del frío para los golpes y la hidratación para paliar los efectos del calor, todo lo demás es intentar hacer medicina con procedimientos no medicinales”.
Hasta los años veinte, los fármacos se obtenían de plantas y tejidos animales
Los defensores de la medicina más natural defienden, sin embargo, que si hay remedios naturales que funcionan deberían ser tenidos en cuenta por la medicina oficial. “Si tomas unos días kiwi y acabas con el estreñimiento, ¿por qué no podemos aceptarlo como remedio?”, pregunta Roberto San Antonio, presidente de la Asociación Española de Terapias Naturales y No Convencionales, APTN Cofenat. San Antonio valora “de forma positiva” las palabras de la ministra en la medida en que se refieran a que la medicina complementaria (las terapias naturales y alternativas) coexista con la oficial. “En ningún momento predicamos la sustitución de una por otra”, asegura.
Los profesionales de la medicina natural emplean a menudo los remedios más caseros y populares. “Pero son solo una parte de la medicina complementaria, la parte más básica. En la medicina natural existe mucho más que esos remedios que la gente conoce popularmente”, explica San Antonio. “No se trata solo de comprobar que el kiwi es bueno contra el estreñimiento, si no de mirar qué es lo que tiene el kiwi para que haga este efecto. Eso es lo que hace la medicina natural”, explica.
Los profesionales de la medicina natural abogan por que se regule esta disciplina para evitar el vacío legal que existe ahora respecto al ejercicio y la formación en esta materia. “Ahora los usuarios están desprotegidos y la regulación en estos aspectos sería un beneficio para todos: profesionales y ciudadanos”, afirma el presidente de la Asociación Española de Terapias Naturales y No Convencionales.
Pero los escépticos insisten en que no hay nada que ordenar. “No se puede regular porque no está demostrado que funcione. Que un naturista te recete un té es como si un abogado te dijera cómo tienes que hacer una casa”, asegura Mauricio José Schwarz Huerta, miembro del Círculo Escéptico, una asociación cultural muy combativa con las terapias alternativas. Schwarz Huerta cree que la ministra de Sanidad cae en una dicotomía extendida y equivocada: “El error de pensar que lo artificial es malo y lo natural, bueno”. “Es falso. Es muy buena la anestesia por muy artificial que sea y pueden ser muy malas unas setas por naturales que sean”, recuerda.
Clara Ruiz, médico de familia, admite que la sociedad está excesivamente medicalizada, pero cree que la forma de combatirlo no es incentivar el uso de remedios naturales. “Lo que habría que hacer son campañas de información que difundan que los fármacos no son inocuos. Como tampoco lo son muchos remedios tradicionales”, observa. Esta médico cuenta que no es inusual que a su consulta acudan pacientes que le comentan que han probado tal o cual hierba, infusión o pastillas naturales. Sobre todo para adelgazar. “No se dan cuenta de que muchos de esos trucos no hacen nada, pero otros están considerados dentro de los productos milagro que además son muy nocivos”, alerta.
Uno de los asuntos que más preocupa a los que se oponen a incentivar los remedios caseros es que su uso retrase el acceso del paciente a la medicina oficial. Y que, cuando llegue al médico, sea tarde. Aquí varios de los expertos consultados coinciden en citar el caso del fundador de Apple, Steve Jobs. Sus reticencias a tratarse con medicina convencional han suscitado grandes debates en Estados Unidos. Se le detectó un cáncer de páncreas en octubre de 2003, pero durante casi un año intentó combatir la enfermedad con una dieta y otros tratamientos naturales.
Cuando a finales de 2004 aceptó ser tratado por médicos oficiales, el tumor ya estaba muy extendido. Algunos medios estadounidenses han asegurado incluso que entonces volvió a rechazar que le administraran quimioterapia u otros tratamientos habituales contra el cáncer, aunque nunca se hicieron públicos los detalles reales de su lucha contra la enfermedad. Tras la muerte de Jobs, Ramzi Amri, un médico de la Universidad de Harvard, colgó en la web Quora su teoría, que no deja de ser una especulación y que generó una gran polémica: “Parece lógico asumir que la elección de la medicina alternativa le costó una muerte prematura”. Parece claro que la ministra no se refería a planteamiento tan extremo en su defensa, sin duda polémica, de los remedios de la abuela.
La respuesta a estas preguntas no es fácil porque el ministerio, incómodo con la polémica generada por las palabras de Mato, ha optado por no aclarar a qué se refería exactamente. El pasado martes, el secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno,se limitó a asegurar que las palabras de la ministra se habían sacado de contexto.
Sanidad sostiene que el comentario se ha "sacado de contexto"
El contexto en el que la ministra hizo estas declaraciones fue un acto copatrocinado por Farmaindustria, patronal de la industria farmacéutica. Y los expertos consultados por este diario coinciden en que parece que la titular de Sanidad se refiere más al uso de remedios tradicionales que de productos que se comercializan envasados en herbolarios, centros dietéticos e incluso en farmacias. La interpretación más extendida entre los profesionales consultados es que Ana Mato hizo estas declaraciones sin ser consciente del alcance que podían tener sus palabras. Albert Jovell, presidente del Foro Español de Pacientes, ha criticado duramente las declaraciones de Mato, afirmando que son “una metedura de pata” y “un disparate”. En su opinión, “es muy preocupante que procedan de una ministra de Sanidad”. “Lo único útil y comprobado para combatir cualquier tipo de patología es lo que está probado científicamente y contrastado. Todo lo demás es aire”, asegura. Jovell, como casi todos los expertos consultados, no termina de entender qué perseguía la ministra con sus afirmaciones. “¿Quiere que en vez de un jarabe nos tomemos una infusión? ¿De verdad está animando a que usemos los remedios de la abuela?”, se pregunta.
En la misma línea se pronuncia Juan Martínez Hernández, experto en Salud Pública y Medicina Preventiva del Instituto de Salud Carlos III, que critica lo que considera una “ocurrencia”. “No se puede promover el consumo de productos sin certificado de composición y del que desconocemos sus efectos reales”, advierte. Hasta la década de 1920 la mayoría de los medicamentos, recuerda Martínez Hernández, se extraía de productos naturales, como plantas y tejidos animales. Los recetaba el médico y los preparaba el boticario. Se les llamaba medicamentos complejos porque era difícil conseguir el mismo efecto con dosis equivalentes en pacientes equivalentes. “Los remedios de la abuela están llenos de incertidumbre, nadie sabe qué dosis hay que usar ni qué efectos pueden provocar a ciencia cierta”, señala.
Hay que informar de que los productos no son inocuos
CLARA RUIZ, MÉDICO DE FAMILIA
Antes, estos remedios se propagaban de boca en boca y de generación en generación. De ahí lo de remedios de la abuela. Ahora, la difusión se multiplica por Internet. La Red está poblada de páginas dedicadas a compartir estos trucos caseros. En una de ellas,www.remediospopulares.com, hay decenas de supuestos remedios para más de un centenar de dolencias, desde la acidez a la varicela o el alzhéimer. Para esta última, por ejemplo, ofrece hasta siete supuestos tratamientos para prevenir la enfermedad, como tomar una cucharada al día de aceite de hígado de bacalao o tres tazas a la semana de la mezcla resultante de verter dos cucharadas de grosella negra en una taza de agua hirviendo. Otro ejemplo: hasta 13 tratamientos preventivos o curativos para la acidez de estómago, como beber medio vaso de jugo de papaya media hora después de comer o verter 15 gramos de hojas de albahaca seca en un litro de agua hirviendo, dejar enfriar y tomar tres tazas diarias después de las comidas.
Aunque la mayoría de estas recomendaciones parecen, cuando menos, inocuas, muchos profesionales advierten de que también deberían tomarse bajo supervisión médica. “Es arriesgado sustituir un tratamiento farmacológico por cualquier remedio natural, cuando además existe un medicamento para ello controlado, etiquetado, certificado y probado. No se puede jugar con esto”, dice Martínez Hernández.
Los anestesistas, por ejemplo, preguntan siempre al paciente si ha tomado algún preparado natural, porque cualquier producto puede provocar interacciones con los fármacos. “El hipérico, por ejemplo, conocido como hierba de San Juan, que se utiliza para elevar el estado de ánimo, interfiere con muchísimos fármacos. El pomelo, que mucha gente toma como un alimento depurativo, potencia la acción de los antihipertensivos y puede desencadenar una bajada de tensión”, explica este experto, para quien el recurso a los remedios naturales es “una insensatez”. “Fuera del frío para los golpes y la hidratación para paliar los efectos del calor, todo lo demás es intentar hacer medicina con procedimientos no medicinales”.
Hasta los años veinte, los fármacos se obtenían de plantas y tejidos animales
Los defensores de la medicina más natural defienden, sin embargo, que si hay remedios naturales que funcionan deberían ser tenidos en cuenta por la medicina oficial. “Si tomas unos días kiwi y acabas con el estreñimiento, ¿por qué no podemos aceptarlo como remedio?”, pregunta Roberto San Antonio, presidente de la Asociación Española de Terapias Naturales y No Convencionales, APTN Cofenat. San Antonio valora “de forma positiva” las palabras de la ministra en la medida en que se refieran a que la medicina complementaria (las terapias naturales y alternativas) coexista con la oficial. “En ningún momento predicamos la sustitución de una por otra”, asegura.
Los profesionales de la medicina natural emplean a menudo los remedios más caseros y populares. “Pero son solo una parte de la medicina complementaria, la parte más básica. En la medicina natural existe mucho más que esos remedios que la gente conoce popularmente”, explica San Antonio. “No se trata solo de comprobar que el kiwi es bueno contra el estreñimiento, si no de mirar qué es lo que tiene el kiwi para que haga este efecto. Eso es lo que hace la medicina natural”, explica.
Los profesionales de la medicina natural abogan por que se regule esta disciplina para evitar el vacío legal que existe ahora respecto al ejercicio y la formación en esta materia. “Ahora los usuarios están desprotegidos y la regulación en estos aspectos sería un beneficio para todos: profesionales y ciudadanos”, afirma el presidente de la Asociación Española de Terapias Naturales y No Convencionales.
Pero los escépticos insisten en que no hay nada que ordenar. “No se puede regular porque no está demostrado que funcione. Que un naturista te recete un té es como si un abogado te dijera cómo tienes que hacer una casa”, asegura Mauricio José Schwarz Huerta, miembro del Círculo Escéptico, una asociación cultural muy combativa con las terapias alternativas. Schwarz Huerta cree que la ministra de Sanidad cae en una dicotomía extendida y equivocada: “El error de pensar que lo artificial es malo y lo natural, bueno”. “Es falso. Es muy buena la anestesia por muy artificial que sea y pueden ser muy malas unas setas por naturales que sean”, recuerda.
Clara Ruiz, médico de familia, admite que la sociedad está excesivamente medicalizada, pero cree que la forma de combatirlo no es incentivar el uso de remedios naturales. “Lo que habría que hacer son campañas de información que difundan que los fármacos no son inocuos. Como tampoco lo son muchos remedios tradicionales”, observa. Esta médico cuenta que no es inusual que a su consulta acudan pacientes que le comentan que han probado tal o cual hierba, infusión o pastillas naturales. Sobre todo para adelgazar. “No se dan cuenta de que muchos de esos trucos no hacen nada, pero otros están considerados dentro de los productos milagro que además son muy nocivos”, alerta.
Uno de los asuntos que más preocupa a los que se oponen a incentivar los remedios caseros es que su uso retrase el acceso del paciente a la medicina oficial. Y que, cuando llegue al médico, sea tarde. Aquí varios de los expertos consultados coinciden en citar el caso del fundador de Apple, Steve Jobs. Sus reticencias a tratarse con medicina convencional han suscitado grandes debates en Estados Unidos. Se le detectó un cáncer de páncreas en octubre de 2003, pero durante casi un año intentó combatir la enfermedad con una dieta y otros tratamientos naturales.
Cuando a finales de 2004 aceptó ser tratado por médicos oficiales, el tumor ya estaba muy extendido. Algunos medios estadounidenses han asegurado incluso que entonces volvió a rechazar que le administraran quimioterapia u otros tratamientos habituales contra el cáncer, aunque nunca se hicieron públicos los detalles reales de su lucha contra la enfermedad. Tras la muerte de Jobs, Ramzi Amri, un médico de la Universidad de Harvard, colgó en la web Quora su teoría, que no deja de ser una especulación y que generó una gran polémica: “Parece lógico asumir que la elección de la medicina alternativa le costó una muerte prematura”. Parece claro que la ministra no se refería a planteamiento tan extremo en su defensa, sin duda polémica, de los remedios de la abuela.
Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/27/vidayartes/1340826150_522583.html
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